Orlando Lübbert, de 78 años, es uno de las personas más destacadas del cine chileno. Teniendo una importante carrera en Chile y Alemania, se ha consagrado como una de las figuras más relevantes a la hora de hablar de películas nacionales, sobretodo teniendo éxitos como Taxi para tres. A lo largo de su vida también se ha dedicado a lo docencia y actualmente imparte clases en la Facultad de Comunicación e Imagen de la Universidad de Chile.
En esta entrevista, el profesor Lübbert habla sobre los problemas que ve en el cine chileno y detalla su experiencia personal con estas dificultades. Asimismo, brinda un panorama general de lo que hace falta en Chile para fomentar al cine.
¿Qué importancia cree usted que tiene el cine chileno para la ciudadanía en general?
El cine tiene una función social. Permite que veamos cosas de distintas maneras. La narración y el relato involucran un ejercicio de ponerse en el lugar del otro. Se genera una empatía y grandes aprendizajes. Eso lo da del cine, no la sociedad ni el colegio. Entonces es una función antropológica.
Es el efecto espejo. Haces consciencia de ti mismo a través de reflejarte en otros. Es un momento de la adolescencia en el que se forma el famoso yo, del cual hablan mucho los psicólogos, y que se forma por el otro. El otro te ayuda a esa formación. ¿Por qué? Porque hay una edad que ustedes y todos pasaron. Es una edad compleja en la que lo más importante es la imagen que nosotros proyectamos en el otro.
¿Cuál es el problema de la distribución de cine chileno y latinoamericano?
La distribución general en América Latina está en manos de las grandes cadenas. Aquí hay (o había) una sala en el Cine Hoyts que era de películas latinoamericanas y o de películas con cierto éxito en el continente.
Aquí hay una ceguera cultural derivada de la dependencia colonial que tenemos con Estados Unidos. Entonces no ha habido distribuidores de peso que hagan ellos importaciones directas, ya sea porque no hay plata o porque no hay incentivos. Uno de los más importantes debiera ser los fondos del cine para distribuir películas, pero aquí no existe esa conciencia.
Hay un colonialismo muy fuerte en todo lo que hacemos. Además, en la escuela de cine en que trabajaba acá en Chile, todos querían irse a EE. UU. o afuera. La meta es triunfar afuera. Todos decían: “vale callampa Chile”. Pero si todos piensan igual nunca vamos a desarrollar el cine acá.
¿Cómo ha sido su experiencia personal en cuanto a la difusión de sus trabajos?
Hice dos películas de ficción y muchos documentales en Alemania, para la televisión pública que es muy importante allá. Ellos coproducen cine con privados. Entonces las dos películas que yo hice fueron así con coproducción. Y la distribución se hizo por vías normales, no en las cadenas.
La primera fue sobre Colonia Dignidad en Alemania que no tenían idea que era. La hice y fue un impacto muy grande pese a ser de bajo presupuesto. La película causó polémica porque no se sabía. Me decían que era mentira lo que estaba contando ahí, tuve que defenderme y tenía los argumentos porque tenía harta información y apareció otra gente que había hecho conciencia sobre esto, alemanes que estaban cometiendo crímenes en Chile y ellos no lo sabían.
Llego a Chile con la película y resulta que Paul Schaffer se escapa a Argentina. Por lo mismo, se me ocurre mandársela a TVN, que es el canal estatal. Tenía la versión subtitulada en español. Entonces la mando (en VHS) y la gente que trabajaba ahí me llama, los subalternos del jefe o del director, y me dicen “tendríamos un rating del 100%”, es la película, es el momento de dar esta película. Les conté cómo la había hecho, la tenía guardada, había que hablar con alguien de la TV alemana seguramente. Y el director, Cortazar, un hombre de derecha, demócrata cristiano, aparentemente en esos años, la vio dos veces y decidió que era mejor que no se emitiera.
Con respecto a la labor del Estado ¿Cree que se ha hecho lo suficiente? ¿El Estado debería aportar más a la cultura, al cine nacional o falta todavía?
Fíjate que en la época de Frei padre hubo una ley que era extraordinaria, en que se hicieron muchas películas. La gente iba mucho al cine, era realmente un evento social, en todas las plazas de Chile había una sala. Eso desapareció y el problema está en lo que quedó.
Nunca hubo una política en realidad. Todo eso de Frei, que fue muy bueno, solo fue una oleada como tantos otros momentos importantes del cine chileno. De hecho, en las reuniones que hemos tenido con cineastas latinoamericanos, una de las cosas que siempre se recuerda es que el cine latinoamericano “renace”, el “nuevo cine latinoamericano” se llama, y siempre pasa lo mismo cada cierto tiempo. En la época de Taxi para tres hubo varias películas. Muchas de ellas tuvieron premios y éxitos, y ahí se hablaba del nuevo cine chileno. Pero eso necesita de una política cultural sostenida.
Entonces, ¿el estado debería fomentar una labor educadora con el público chileno respecto al cine?
El ministerio de educación tiene esa instancia. Por ejemplo, fui con la película Cirqo a un par de festivales y a viajes por Europa. Pero lo más increíble fue ver esa película con chicos de colegios rurales de Rancagua. Se llenaban las salas con estos niños que vienen de la mañana muy temprano, viajan desde la cordillera, son pueblos o ciudades, se suben a unos buses y los llevan, les dan un desayuno y luego ven la película. Muchas veces depende de los profesores, pero el cine debería ser un elemento importante en el currículum de los colegios. Hay muchos colegios privados que tienen plata para hacerlo y funciona.
Usted que ha participado en estos festivales ¿Cómo se habla del cine chileno? ¿Cuál es la percepción que tiene el público extranjero del cine chileno?
No hay. El cine chileno no tiene presencia en el extranjero. Lelio que es al que le ha ido mejor en el último tiempo, no sé qué estará haciendo ahora, pero muchas de sus películas se podrían haber hecho en cualquier lado. Lo importante es instalar temáticamente a Chile
Por ejemplo, yo anduve por todo el mundo, me invitaron a todas partes, a EE. UU., China, Corea, a todos partes con Taxi para tres que es la película de mayor éxito que he tenido. Y es una película muy chilena. Entonces uno podría pensar que esta película no va a tener éxito porque a quien le interesa, pero es la que más buenos resultados tuvo en otras partes.
Lo importante es mostrar afuera que existe otra forma de vida. Hay un mundo que se mueve e igual que el de ellos, pero en otros ámbitos. Ese es el fenómeno también del cine, tu empiezas a apreciar el lugar donde tú mismo vives o empiezas a darte cuenta de las cosas que te faltan. Creo que a los europeos les hace falta la vida, la comunicación. Por eso se reían con los chistes y los entendían perfectamente, pero son códigos que en un momento determinado traspasan la cultura, entonces ese tipo de cosas te permite a ti conectarte de cierta manera.
¿Qué le recomendaría usted a alguien que quiere empezar a ver cine chileno?
Es difícil porque hay buenas películas por aquí o por allá, pero los cineastas detrás de ellas no siguen haciendo más. Entonces, el problema que existe es la continuidad de los trabajos. No hay industria cinematográfica, no hay buenos críticos, no hay un flujo. A los críticos de películas les pagan las distribuidoras norteamericanas para hablar de sus películas, pero ninguno te va a decir que valen callampa porque hay plata metida entremedio. En Chile ya no existe la buena crítica cinematográfica. Al no existir industria cinematográfica dejan de existir muchas otras cosas.
Nosotros hacemos como que tenemos cine chileno, pero no existe. Solo tenemos cine que se hace en Chile y eso es distinto. Tu empiezas a escarbar en lo que se hace en Chile y te vas a dar cuenta de lo precaria que es la situación. Tampoco existe una formación real. Estamos muy al debe y atrasados.